jueves, 19 de julio de 2012

Nos vemos...

Parece mentira que hayan pasado diez meses desde que cogimos el avión en Bilbao. El primero de tres que nos llevarían hasta Kathmandú. Cuántas incertidumbres, miedos y emociones la víspera de irnos y algunos meses antes, cuando la decisión de hacer este viaje empezó a ser cada vez más real. Ahora, en cambio, cuando apenas nos quedan unos horas para volver , lo que nos parece irreal es precisamente nuestro regreso. Nos ha costado mucho hacernos a la idea, porque no lo vamos a negar, viajar engancha y pareciera que no cansa nunca ir de un lado para otro, hacer y deshacer la mochila, ver y descubrir gente distinta, paisajes y ciudades. Nos íbamos para un año, pero el presupuesto nos ha dado para diez meses, tampoco está nada mal.

Al principio las cosas no resultaron fáciles. Tuvimos que adaptarnos al ritmo del viaje y a un entorno totalmente diferente al nuestro. A los pocos días de llegar a Nepal, un terremoto nos sorprendió en una tienda de Kathmandú. Los escasos segundos que duró el movimiento se nos hicieron largos, aunque no éramos demasiado conscientes de lo que estaba sucediendo. Luego, después de haberlo vivido, se instaló por unos días la incertidumbre y el miedo a que se volviera a repetir. El monzón también nos las hizo pasar canutas. Después de una auténtica odisea por carretera o lo que quedaba de ella, para llegar a Dumche, los primeros días de trekking por Lantang fueron muy complicados. Sin parar de llover durante las seis o siete horas de caminata, lo peor eran los peligrosos desprendimientos que cortaban el camino y lo hacían tremendamente inestable. Fue en estos momentos cuando fuimos más conscientes de que, cuando crees que ya no puedes más, por el cansancio, la tensión y en mi caso el miedo a que me fallara un pie y me perdiera en aquellas aguas bravas que bajaban enfurecidas arrastrando todo a su paso, sacas fuerzas de donde sea para seguir adelante. Nunca, como en este remoto lugar, me he sentido tan indefensa y tan a merced de la naturaleza. Aquí aprendimos el verdadero significado de la palabra solidaridad. Demasiadas emociones fuertes en los primeros quince días de viaje, pero por otro lado, estamos convencidos de que nos sirvieron para afrontar mejor otro tipo de situaciones que se dieron en los meses siguientes. A veces, mientras caminaba hundiendo el pie en el barro y temiendo la siguiente complicación, pensaba “quién me habrá mandado a mí hacer ésto” y me acordaba de mi madre a la que prometí no correr ningún riesgo. Fueron éstos los únicos momentos en que este pensamiento se cruzó en mi cabeza. Sin embargo, cuando el tiempo mejoró y empezamos a ver la majestuosidad de las cumbres nevadas, sentí que había merecido la pena y también que no somos nada en medio de esa inmensidad.

Aunque la India, que fue el siguiente país también nos puso a prueba, superados los dos primeros meses de viaje, todo empezó a ser sencillo y relajado. También los siguientes destinos eran países más fáciles en todos los sentidos: Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia, Indonesia, Malasia y Singapur. Nos acomodamos perfectamente a la rutina del viaje. Las horas de autobús ya no parecían tantas, ni los autobuses tan viejos, ni las carreteras tan malas. Los noodles y el arroz en sus diversas variantes se convirtieron en dos elementos básicos de nuestra dieta. El calor, el sudor, los mosquitos, las trombas de agua, las frutas tropicales, los cocoteros, la jungla, las pagodas, los monjes budistas, los divertidos tuc tucs, diferentes en cada país y a veces incluso dentro de un mismo país, los sombreros cónicos, los puestos de comida callejeros, los mercados nocturnos, las casas flotantes, los arrozales, el regateo, etc... ya formaban parte de nuestra nueva vida, como tantas otras cosas y personas que conocimos y fuimos dejando atrás... Podríamos seguir y no parar.

308 días, 95 alojamientos y unos 56.000 kilómetros recorridos en todo tipo de vehículos, han dado para ver cosas increíbles y quedarnos con la boca abierta. Hemos llorado y nos hemos desternillado de risa. También nos hemos enfadado con el mundo y con nosotros mismos. Pero no cambiaríamos ni un sólo minuto de lo vivido. Es más, creemos que hacer ésto ha sido una de las mejores decisiones de nuestra vida. Cuando nos fuimos mucha gente nos decía que íbamos a volver muy cambiados. Nosotros no sentimos que sea así, no creemos ser mejores personas, ni haber aprendido grandes cosas. Lo que sí podemos decir con absoluta rotundidad es que hemos sido tremendamente felices y que cuando miramos atrás no podemos dejar de sonreír y nos brillan más los ojos. Así que sólo podemos dar gracias a la vida, a nuestras familias y amigos por su apoyo, y decir a todo aquel que haya tenido algún día un sueño como el nuestro, que todos tenemos miedo, pero que no se deje vencer por él, que se lance y ponga su mundo al revés, porque lo que le espera es maravilloso.

Singapur

Singapur, una ciudad estado, una isla unida por un puente a Malasia en la que viven alrededor de cinco millones de personas. Tan limpia, tan moderna, tan segura, tan controlada, tan perfecta...tan diferente a todo lo que hasta el momento habíamos conocido en Asia. Los relojes marcan la hora con los segundos. El tiempo es oro. En el metro todo el mundo va acelerado y enfrascado en su móvil, en su tablet u ordenador, porque, por supuesto, hay wifi en toda la ciudad. Centros comerciales gigantes, rascacielos, hoteles y coches de lujo, una red de transporte público supereficaz...Una ciudad cosmopolita en la que encuentras gente procedente de todas partes del mundo. Singapur nos ha roto el presupuesto. Todo es caro, incluido el alojamiento, aunque vayas como hemos hecho nosotros a un dormitorio compartido. Pero bueno, bien mirado, no está mal, así nos vamos acostumbrando nuevamente a los precios de nuestro país. Ahí va una pequeña crónica de nuestra visita:

Estuvimos en Little India. Era domingo y estaba abarrotado de gente, tanto, que a veces se hacia difícil andar entre la multitud. En el templo de Sri Mariamman presenciamos una ceremonia religiosa, seguida con encendido fervor por cientos de hombres indios. Compramos algo de fruta en los puestos callejeros y cenamos “tandoori chicken” acompañado de arroz y chapati. Y nos fuimos temprano a nuestro hostel.


En Orchad Road te sientes rodeado de imponentes moles de cristal y acero que albergan centros comerciales con tiendas de lujo, hoteles y oficinas. Por allí, también se encuentran algunos edificios que nos recuerdan que esta isla fue colonia inglesa hasta no hace demasiado tiempo. La zona de Chinatown fue nuestro siguiente descubrimiento. Paseamos entre callejuelas, con todas las shophouses restauradas y resplandecientes. Estuvimos en un templo budista de tres plantas y en el templo chino mas antiguo de la ciudad, que estaba siendo restaurado y del que apenas pudimos ver nada por este motivo.



Dar un paseo por Clarke Quay y disfrutar de una cerveza al atardecer en uno de los numerosos restaurantes que jalonan la ribera del rio fue todo un placer.






Desde la parada del metro de Esplanade, hicimos una ruta circular por la bahía. Comenzamos por el Teatro, y cruzamos el puente que va a dar al Hotel Fullerton, uno de los pocos edificios antiguos, aunque restaurado, que quedan por allí. En ese punto, y siguiendo el paseo, llegamos al complejo de Marina Bay, un edificio conformado por tres torres,  unidas en su parte más elevada por una pasarela con forma de barco. Sin duda, es la parte de la ciudad más impresionante.



La isla de Sentosa, a la que se accede con el sky train, es un lugar enteramente diseñado para el ocio: un parque temático de Universal Studios, un túnel de aire en el que puedes volar, una piscina de olas para hacer surf, una especie de pista, a la que se accede en telesilla y por la que se baja en una especie de trineo con ruedas, unas cuantas playas artificiales, hoteles, restaurantes...



Resumiendo, Singapur es una ciudad bonita y muy cómoda que se ve en un par de días o tres. Pero sí lo que quieres es ir a hoteles de lujo, hacer compras y disfrutar de la amplia y selecta oferta de restaurantes, con una buena cartera, entonces Singapur para ti será el paraíso.

domingo, 15 de julio de 2012

Un poco de costa este de Malasia y vuelta...


Muy a nuestro pesar, abandonamos las islas Perhentian. Marcharnos fue una decisión que íbamos posponiendo casi cada día, hasta que pasadas dos semanas cogimos el bote que nos llevó al continente y de allí un autobús a Kuala Terengganu. Nos fuimos, eso sí, con el propósito de volver.


Hemos estado en otras islas y en otras playas, pero quizás sea aquí donde más hayamos disfrutado. Muy cerca de la orilla puedes bucear entre corales y multitud de peces de todos los tamaños y colores. ¡Qué pena no haber tenido una cámara submarina! También nadamos con tortugas y Jon se quedó con las ganas de nadar con tiburones. El día que nos llevaron al lugar por donde suelen andar, estaba plagado de unas medusas de color amarillo y largos tentáculos que hacen unas picaduras bastante fastidiosas. Sin embargo se desquitó de alguna manera cuando se decidió por el buceo con bombona. La experiencia de poder ver tan de cerca la vida marina le encantó, sobre todo la segunda vez que estaba más relajado. 


Por otro lado, en el Mama´s nos sentimos tan a gusto como en casa y la familia que lo regenta solía bromear con nosotros diciéndonos a ver si nos íbamos a quedar a vivir allí . Un pequeño paraíso y gente estupenda con quien compartirlo, María, Ahmad, Tiziana, Danilo .. No daban ganas de irse nunca. 

Nuestro bungalow en Mama´s

Hemos visto lagartos enormes y más pequeños, murciélagos tamaño XXL, zorros voladores, águilas pescadoras y otras aves de multitud de colores y tamaños, ardillas, monos, mariposas grandes como pájaros...Cada vez que había un corrillo de turistas es que andaba por allí algún bicho raro...

Lagarto monitor

Todas las noches mientras estábamos en el porche de nuestro bungalow leyendo, jugando a cartas o sin más, dejando pasar el tiempo, solíamos escuchar el canto casi hipnótico que entonaban desde la mezquita del único pueblo que hay en las islas. Y a partir de las diez de la noche se instalaba el silencio, únicamente interrumpido por los sonidos de la jungla.

El "village" en Perhentian Islands

En Perhentian cogimos otra vez el barco ultrarrápido que nos dejó en Kuala Besut y nos dirigimos a la parada del bus local que nos llevaría hasta Kuala Terengganu. Tuvimos que esperar bastante tiempo, pero es la opción más barata. Llegamos en apenas dos horas y después de comer nos pusimos a la tarea de buscar alojamiento. Fue costoso encontrar algo decente a buen precio y al final nos quedamos en una guest house bastante alejada del centro de la ciudad.


Mezquita de cristal de Kuala Terengganu



El 4-0 de la Eurocopa. Auténtica pasión por el fútbol...


Batik. Telas pintadas a mano.

A decir verdad Kuala Terengganu no es una ciudad bonita. Al menos a nosotros no nos ha gustado demasiado. Lo mejor, sin duda, la gente que vive allí. Es estupenda. Aprovechamos para ir al mercado y comprar el batik, muy típico de esta zona. Otro día cogimos autobús y barco y nos fuimos a pasar el día a una pequeña isla llamada Pulau Kapas. Una vez allí nos recorrimos las playas caminando, y nos tiramos en las tumbonas que nos ofrecieron en Captain´s Longhouse , donde además nos invitaron a un coco.
Lo único malo fue que no nos pudimos bañar. Lo intentamos, pero casi inmediatamente Silvia empezó a notar en las piernas como si le estuvieran clavando agujas y al salir tenía unas cuantas picaduras. No sabemos muy bien qué es lo que había en el agua pero por si acaso no nos volvimos a meter. Los de la guest house nos dijeron que a veces solía suceder por las mañanas y les entendimos algo así como que eran crías de medusa.

Pulau Kapas


Pulau Kapas




De Kuala Terengganu nos fuimos a Cherating un poco más hacia el sur, en la costa este. Es un pueblo de apenas una calle con restaurantes y alojamientos, la mayoría de ellos estilo cabaña. La playa es inmensa y tiene un ambiente muy malayo. Una noche hicimos un recorrido en barco por el río para ver miles de luciérnagas que iluminaban los árboles como si fueran luces de Navidad y se nos posaban en la ropa y en el pelo. 

Lindo pajarraco en Cherating


Cherating
Malayos disfrutando en su playa de Cherating

 
Y desde aquí volvimos a Kuala Lumpur. Después de haber pasado el último mes en plena naturaleza, esta vez la ciudad nos pareció caótica, estresante y sucia. Nos reencontramos con Josu y Rober, de Bilbao, a los que conocimos en Vietnam y que estaban acompañados por Aitor y Keiko. En la guest house conocimos a Emma y Thomas una pareja de viajeros con mayúsculas y con los que conversar fue un auténtico lujo por su humildad, su firmeza de convicciones y porque hablar con ellos es sinónimo de aprender.

Los últimos cuatro días en Malasia, los hemos pasado en Melaka. Volvimos a la misma guest house de la vez anterior y recorrimos tranquilamente sus calles atiborradas de turistas, para comprar los típicos recuerdos de viaje. También quedamos con Sara, una chica malaya que conocimos gracias a Cristina . Ésto quizás no deberíamos contarlo, más que nada por la honrilla de Jon, ja,ja... pero estuvimos viendo en directo la final de “Operación Triunfo” (Astro Star Quest 2012) a lo malayo, que se celebraba ese fin de semana en esta ciudad y que atrajo a un montón de enfervorizados fans a la ciudad.

Y así, casi sin darnos cuenta, hemos dejado atrás otro país. Uno que no teníamos previsto visitar y en el que finalmente hemos estado más de mes y medio. De Malasia nos ha sorprendido su gran diversidad de razas, culturas y religiones. Lo que más nos ha gustado son sus islas, su mar color turquesa, las playas casi desiertas, la naturaleza desbordante de sus bosques y, por supuesto, la amabilidad de los malayos.

Ahora nos dirigimos a Singapur, para estar los últimos cuatro días de este viaje que se está terminando...

martes, 26 de junio de 2012

Tanah Rata

Seguimos haciendo memoria:

En la estación de autobuses de Melaka compramos el billete para ir a Tapah, no sin antes preguntar a la señora de la taquilla si desde allí, tendríamos algún medio de transporte que nos llevara a las Cameron Highlands. Recordamos que no era muy simpática, pero nos aseguró que había un montón de autobuses. Así que a la mañana siguiente partimos hacia Tapah. El viaje de cuatro horas se convirtió en cinco y media y llegamos a nuestro destino a las tres de la tarde. Tuvimos suerte porque el último autobús a las Cameron Highlands salía más o menos sobre las cuatro y media (¡menos mal que había muchos!...). Otras dos horas de carretera de montaña nos esperaban. Nuevamente, una de esas estrecha y plagada de curvas, con tremendos desprendimientos, pero con un paisaje sobrecogedor. Por la carretera nos fuimos encontrando pequeños poblados y un montón de niños de uniforme, que del colegio con una mochila más grande que ellos, iban camino a casa. También nos topamos con un camión volcado que afortunadamente y pese a la estrechez de los carriles, nos permitió continuar la marcha.

Cuando llegamos a Tanah Rata era bastante tarde y estábamos cansados. Sin embargo había que ponerse cuanto antes a buscar alojamiento. Encontramos un buen lugar y allí nos quedamos. Nada más bajarnos del autobús, como empezaba a caer la tarde, ya notamos que hacía un fresquito muy agradable. Cuando de noche salimos a cenar, nos tuvimos que poner el forro polar, ¡qué frío! Pero ¡qué gusto! 


Desayunando en la terraza de la guest house

En Tanah Rata el plan consiste en hacer algún trekking por la jungla y visitar las plantaciones de té. En el pueblo hay numerosas agencias que te ofrecen tours y combinan ambas actividades. Cogimos uno de medio día y no nos arrepentimos, porque resultó ser muy interesante, sobre todo por las explicaciones que nos iba dando el guía sobre las diferentes clases de té, la formación de uno de los bosques más primitivos del planeta o las plantas que nos íbamos encontrando (canela, citronela, la hoja con la que se elabora el bálsamo de tigre, las que se utilizan como anticoagulantes...) Vimos plantaciones de té, después ascendimos en jeep hasta el Gunung Brinchang (2031m), hicimos un pequeño trekking por el “Mossy Forest” y para terminar, una divertida visita a una granja de insectos y mariposas. 




Una mariposa enorme que simula ser...



Insecto hoja





Esa misma tarde conocimos a Jason, un malayo de origen chino, con el que llegamos a un acuerdo para hacer al día siguiente una caminata por la jungla durante cinco horas, que incluía subir a un pico denominado Gunug Jasar (1696m). Aprendimos cosas curiosas como que las hojas de tonos rojos o rosados son los brotes más jóvenes, vimos pequeñas orquídeas salvajes, plantas carnívoras, pimienta, ratán, etc... Cabe la posibilidad de hacerlo por tu cuenta, aunque no lo recomiendan porque los caminos no están señalizados y continuamente están cambiando. Por ejemplo, nuestra ruta estaba cortada por un desprendimiento y el guía nos metió por un río para continuar monte a través, hasta encontrar el sendero que nos llevaría de vuelta al pueblo.

Planta insectívora









Por la tarde, en la guest house, nos tomamos con Jason unas cervecitas para celebrar su cumpleaños mientras debatíamos sobre lo divino y lo humano. Una gran persona.

Otro día nos fuimos caminando una hora hasta una plantación de té. Qué paisaje tan increíble. Es como una alfombra con diferentes tonalidades de verde en la que dan ganas de tirarse. Dicen que en la India son todavía más impresionantes, pero nosotros nos las perdimos. En estas plantaciones trabajan gentes procedentes de muchos lugares de Asia. El dueño de la finca les ofrece alojamiento gratuito en unos barracones que hay al lado de la plantación y con lo que ganan, unos mil ringgits (doscientos cincuenta euros al mes aproximadamente), se mantienen ellos y el resto lo mandan a su familia, en la India, Bangladesh, Indonesia...


En la guest house en la que nos alojábamos compramos el billete para ir a las islas Perhentian que incluía autobús y ferry. Tardamos unas cuatro horas y media para llegar a Kuala Besut, lugar del que parten los barcos. Las dos primeras horas transcurrieron por una especie de autopista fantasma en la que se pueden contar con los dedos de una mano los coches con los que nos fuimos encontrando y en un estado de abandono propio de una película de terror en la carretera. Para rematarlo el paisaje era absolutamente desolador. Máquinas excavadoras destrozando cada centímetro de selva para transformarlo en terreno apto para el cultivo. Las plantaciones de palma de aceite son una auténtica plaga.

Cuando llegamos cerca del embarcadero, a una especie de agencia de viajes, nos hicieron rellenar nuestros datos y trataron de vendernos un alojamiento en la isla, alegando que era muy complicado buscar allí, que era temporada alta y podíamos tener problemas, ya que casi todo estaba ocupado. Nos decían que el que nosotros habíamos elegido, uno de los más económicos, estaba lleno. Pero nos olió a timo y no les hicimos caso. Preferimos arriesgarnos y nos salió bien, después de todo, el Sr. Smith (que no el de Matrix, sino el encargado del Eight Mentigi, nuestro alojamiento en Tanah Rata) nos había aconsejado que buscáramos directamente al llegar a la isla. Para pagar más siempre hay tiempo. Cuando llegamos al Mama´s, después de un viaje de cuarenta minutos en un bote a velocidad supersónica, no había una, ni dos habitaciones libres, sino unas cuantas más.

Aquí llevamos más de una semana, y nos quedaríamos más, mucho más... si nos llegara el dinero. Es que aquí no hay cajeros automáticos...

domingo, 24 de junio de 2012

Recuerdos de Malaca desde Pulau Perhentian Besar


Vamos haciendo memoria sentados en el porche de nuestro viejo y algo destartalado bungalow, desde donde podemos ver el mar, no en primera línea de playa, sino en tercera, pero sigue siendo la leche. Hace mucho calor, y no podemos usar el ventilador porque durante algunas horas al día no tenemos electricidad. Aquí no hay carreteras, sólo caminos en la jungla, ni tampoco hay tendido eléctrico, todo funciona a base de generadores. Lo increíble es que hasta aquí también llega el inmenso poder de internet, y en caso de necesidad, el restaurante de al lado tiene wifi.

Pero íbamos a hablar de Melaka, donde estuvimos hace dos semanas y de donde nos dio tanta pena irnos.

Tuc tuc de día, con música incorporada...



... Y tuc tuc de noche con espectáculo de luces

Melaka huele a historia por los cuatro costados. Los escasos restos de su antigua muralla son testigos de batallas y otros acontecimientos protagonizados por sus habitantes, quienes padecieron continuas invasiones y colonizaciones. ¿Qué tendría esta ciudad para ser codiciada por portugueses, holandeses, ingleses y japoneses? Nos viene a la memoria una fotografía que había en el hotel de Cristina y que congeló la imagen de un grupo de soldados japoneses en bicicleta, invadiendo la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Una instantánea divertida aunque en su momento no lo fuera tanto.






Hasta aquí también llegó San Francisco Javier. De hecho, sus restos estuvieron enterrados durante nueve meses antes de ser trasladados a Goa (India), donde descansan en la actualidad. Es como si el azar nos hubiera hecho seguir algunos pasos de este infatigable y admirado misionero, que en el siglo dieciséis y con los escasos medios de la época, partió desde Lisboa hacia todo un mundo nuevo y absolutamente desconocido. Su valentía no hace sino despertar nuestra admiración. Nos hubiera gustado llegar hasta donde llegó él y aún más allá, pero sin duda son metas demasiado elevadas...sobre todo porque nuestro periplo está tocando a su fin. Una escultura en lo alto de Saint Paul Hill le rinde homenaje.

Porta de Santiago

En esta colina también se encuentran los muros desnudos de una antigua iglesia y un faro. A su alrededor, se agolpan simpáticos vendedores de souvenirs con ganas de conversar con los extranjeros que pasan por allí. Uno de ellos nos comentaba lo que había crecido la ciudad y que ya nadie puede bañarse en el mar que toca esta costa, porque se encuentra totalmente contaminado. Entre risas, nos decía que lo único que se pesca en el río Melaka es ropa interior, aunque se están haciendo grandes esfuerzos para su regeneración.



Iglesia de San Francisco Javier


A lo largo del río y flanqueado por viejas casas pintadas de colores, algunas decoradas con impresionantes grafitis, hay un agradable paseo que lleva hasta una aldea de casas de madera llamada Kampung Mortem. Aquí se encuentra el museo privado Villa Sentosa. Es una casa tradicional malaya cuya dueña, una señora encantadora, te hace una visita guiada. Fátima, que así se llama la mujer, a pesar de su edad y sus achaques, nos enseñó cada una de las estancias, así como fotos de su familia y objetos antiguos de colección, sentados en el sofá de su salita de estar. Lo hace desde mucho tiempo atrás con cada turista que se acerca por allí, a cambio de lo que voluntariamente quieran darle.

Villa Sentosa



Graffitis en las fachadas de las casas



Paseo en la ribera del río Melaka


Una de las razones por las que nos costó tanto irnos de Melaka fue que casi hicimos de la guest house en la que nos alojábamos nuestra casa. Por primera vez en todo el viaje teníamos una cocina perfectamente equipada a nuestra disposición y vaya sí hicimos uso de ella. En la primera ocasión nos fuimos al mercado del pueblo, y compramos todos los ingredientes necesarios para hacer un par de tortillas de patata y una ensalada mixta, que compartimos con nuestros anfitriones. Nos supo a gloria y nos sacó de la monotonía de los noodles y el arroz. También fuimos al cine por primera vez en nueve meses, a un megacentro comercial de esos que tanto les gustan en Malasia, a ver, eso sí, un bodrio de película. Menos mal que sólo nos costó once ringgits (dos euros y medio por barba).

Haciendo amigos en el centro comercial...


Melaka es una ciudad llena de vida, sobre todo el fin de semana, en el que su población se multiplica, ya que es cuando tiene lugar su famoso mercado nocturno. Cierran al tráfico la Jonker Street y aparecen decenas de puestos de venta de comida y toda clase de objetos. ¡Qué difícil es no caer en la tentación de comprar algo!




Mercado del fin de semana


Por cierto que una noche cuando volvíamos a la guest house, vimos caminando por un desagüe (están descubiertos), una especie de lagarto de grandes dimensiones que nos recordó mucho a uno que meses atrás nos diera un buen susto en Ayutthaya. Preguntamos en la guest house y nos dijeron que hay un montón de ellos en el río y sus inmediaciones. Son los lagartos monitor, totalmente inofensivos.
Muchos visitantes dedican a Melaka un día de excursión organizada desde Kuala Lumpur. Sin embargo si se tiene oportunidad vale la pena quedarse unos días y saborearlo. Sin duda lo merece, por su historia, su mestizaje, su gastronomía (¡Se nos ha olvidado hablar de la cocina nionya!)... Allí pasamos muy buenos ratos acompañados de gente maravillosa. ¿Qué más se puede pedir?

sábado, 9 de junio de 2012

Kuala Lumpur (KL)


Esta entrada comienza en el aeropuerto de Bali. Coger el vuelo más barato implica muchas veces salidas muy tempranas por la mañana, así que de nuevo decidimos pasar la noche en el aeropuerto. Pero esta vez ni siquiera había donde sentarse, por lo que tocó aposentar nuestro trasero en el suelo y esperar a que la noche pasase cuanto antes. Sin embargo, se nos hizo eterna. Dos horas antes del embarque pasamos por el control de seguridad y por inmigración. ¡Sorpresa! Tuvimos que pagar veinte dólares cada uno en concepto de alguna tasa, que no llegamos a saber muy bien de qué se trataba. Con la mente demasiado espesa y una funcionaria bastante borde, lo único que nos quedó por hacer fue pagar. Menos mal que tenemos algunos dólares reservados para eventualidades como ésta. 

 

En poco más de tres horas estábamos en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Desde el aire, poco antes de aterrizar lo único que se veía eran vastas extensiones de cultivo de palma de aceite salpicadas de pequeñas poblaciones.

Ya estamos en Malasia. El visado es de tres meses y no tuvimos que pagar por él ni un sólo ringgit, que, por cierto, es la moneda oficial del país. Caminando unos metros por el aeropuerto nos encontramos la Oficina de Turismo, donde nos dieron un par de buenos mapas y nos explicaron qué autobús nos llevaba hasta la ciudad, situada a setenta y cinco kilómetros. En una hora estábamos en KL Sentral, una estación gigante de la que parten trenes y autobuses a cualquier punto de la ciudad. Cogimos un tren que nos llevó a Chinatown, que es donde están la mayor parte de hoteles económicos. Y en menos de nada, ya estábamos instalados. Hay que decir que el alojamiento, comparando calidad y precio, es peor que en otros lugares que hemos visitado.

Nos lanzamos a explorar la capital de Malasia que ha sabido mantener un buen equilibrio entre lo antiguo y lo moderno. Ésto se refleja en la arquitectura de sus edificios y hace que sea una ciudad muy fotogénica. Aunque, dicho sea de paso, hay obras de construcción por todas partes.

 





Visitamos las Torres Petronas, que entre 1998 y 2003 fueron el edificio más alto del mundo y que reciben su nombre de la Compañía de Petróleo y Gas de Malasia. Nuestra intención era ver el atardecer, pero una repentina tormenta nos chafó los planes, aunque nos ofreció un espectáculo de rayos cayendo sobre la ciudad. 


KL es muy cómoda y sencilla de visitar. El viajero comprobará que sus habitantes son gente tremendamente amigable y siempre dispuesta a ayudar. Todas las atracciones turísticas son accesibles en transporte público, muy barato, cómodo y rápido. Nos llamó la atención, que en los trenes hay vagones únicamente para mujeres.
Así que en la semana que pasamos aquí, dimos una vuelta por la Plaza Merdeka o Plaza de la Independencia. Paseamos por varios parques, como el Jardín Botánico de Perdana o el parque que rodea al Lago Titiwangsa. En este lugar, el skyline de Kuala Lumpur se ve reflejado en su superficie. Además ese día había un concurso de pesca y los locales que participaban en él eran bastante cachondos y alguna que otra risa echamos. 


Nos acercamos a Little India, llena de tiendas de saris y música de Bollywood a todo volumen. Vimos el antiguo Palacio Real, Istana Negara, aunque no nos pareció que valía mucho la pena. Nos fuimos de compras al distrito de Bukit Bintang, donde había tantos centros comerciales y tan grandes como no habíamos visto hasta el momento. En uno de ellos, dedicado únicamente a tecnología, pudimos observar la fiebre consumista en su máxima expresión. Literalmente no se podía ni caminar.


En Chow Kit vimos la otra cara de KL: calles llenas de basura, edificios a punto de caer y mucha gente tirada en la calle. 


Como estábamos alojados en Chinatown, por las noches solíamos dar una vuelta por Petaling Street, llena de restaurantes en los cuales locales y turistas disfrutan por igual la comida. El Mercado Central, situado por esta zona, se convirtió en una referencia gastronómica para nosotros. Y seamos sinceros, un menú completo en el McDonald's por euro y medio, nos sacó de la monotonía de los noodles y del arroz.



 

Y así se han pasado los días en Kuala Lumpur, una ciudad moderna y en la que todo es fácil. Aquí viven en armonía, asiáticos de muy diversos países, tales como China, Pakistan, India etc...y  también occidentales. Cada cual con su religión y su cultura, lo que hace que la visita sea muy enriquecedora. Definitivamente KL nos ha gustado.